Violet Evergarden es (disculpen, dejen que me sequen primero las lágrimas) uno de los animes con más fuerza emocional que he visto. Para ser sinceros, no lloro con casi nada y le huyo a los temas románticos sin importar su formato, sea anime, libro, película, etc. Pero, no es la única clase de amor que se mostraría en la serie, razón por la cual me quedé hasta el final.
Violet es una ex-soldado que decide convertirse una Muñeca de Automemoria para comprender las últimas palabras que le dijo el Mayor antes de morir. Estas «muñecas» escriben cartas por encargo, debido a la poca alfabetización de las personas del común. También lo hacen para la gente rica por tradición. El contexto se desarrolla en el país ficticio de Leidenschaftlich, en una época parecida a la revolución industrial a principios del siglo XX. Como la guerra ha terminado, Violet es escoltada por Claudia Hoggins hacia la casa del Mayor para que ella viva una vida tranquila.
Sin embargo Violet sigue esperando “órdenes” de su mayor. Ella no entiende lo que significa llevar una vida normal fuera del ejército. Cuando llega a la compañía postal CH y ve lo que hacen las Muñecas de Automemoria, decide entrenar para convertirse en una. Más allá de mecanografiar cartas, las ellas deben comunicar los sentimientos ocultos que hay detrás de cada persona que contrata sus servicios. Esto será el gran desafío de Violet, pues desconoce otras maneras de relacionarse con las personas aparte de las órdenes.
Así que esta chica semi-robótica emprende el tedioso camino de entender las emociones humanas. Los capítulos siguientes se embarca en las historias de otras personas que la contratan como Muñeca de Automemoria. Entonces, en este punto Violet Evergarden se vuelve algo episódico, pues cada carta es un capítulo entorno a un solo personaje y que se resuelve cuando el episodio acaba.
Honestamente, no veo cosas episódicas desde la adolescencia, porque me aburren, pero aquí entra en juego la variedad de sentimientos que se transmite en cada capítulo, y que Violet aprende hasta que finalmente puede conectar con lo que ella misma está sintiendo.